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Que buena parte de la realidad –por ejemplo, los sentimientos- sea en cierta medida a-rracional, implica aceptar, entre otras cosas, que no todo tiene sentido, que existen partes de la vida propia y ajena que difícilmente responden a la pregunta: ‘¿por qué?’.

Los excesivamente racionalistas se amargan y amargan.

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Mediante la lectura descubrimos mundos que no habrían estado a nuestro alcance de ningún otro modo

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