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Tora! Tora! Tora! es un largometraje basado en el ataque japonés a Pearl Harbour (Hawai), el 7 de diciembre de 1941. El título está tomado de la expresión «Tora, tora, tora», código empleado por la Armada Japonesa para comunicar el éxito en el factor sorpresa en ese bombardeo.
A lo largo de más de dos horas se reproduce de forma detallada el ataque y muchos de los sucesos que precedieron en ambos bandos: desde la meticulosa preparación de los japoneses a la negligencia de los mandos norteamericanos que ignoraron las amenazas. Cerca ya del final se insinúa lo que muchos han denunciado: que el ataque a Pearl Harbour fue deliberadamente permitido por las autoridades militares americanas para de ese modo provocar la reacción belicista del pueblo americano. No cabe duda de que algo de eso pudo haber. Ya lo hicieron –y esto sí ha sido probado- para justificar el robo de Cubas o Filipinas.
También los alemanes  -y muchos otros- han utilizado tácticas semejantes. Por ejemplo, cuando los tedescos disfrazaron a algunos de los suyos como soldados polacos –que supuestamente habían atacado a las tropas alemanas de frontera- para justificar la ignominiosa invasión de ese país centroeuropeo el 1 de septiembre de 1939.
La película, basada en hechos históricos precisos, trata de adaptarse objetivamente a la realidad, sin dejar de mostrar los errores de ambos bandos. Todo el guión respira verosimilitud.
Son múltiples las enseñanzas que se suceden para la gestión de personas y organizaciones. Comenzaré por una: el cerrilismo de determinadas organizaciones, que sólo son capaces de ver sus propios intereses, y para lograrlos, emplean como meros instrumentos a quienes aseguran apoyar. Los generales japoneses inmolan a sus hombres en función de unos intereses partidistas, y con unas excusas que pasado el tiempo hacen sonrojar a cualquiera con un poco de ética.
Aparece también reflejado el interés de justificar las propias acciones, por repulsivas que éstas sean. ¡Cuánto uso en vano del nombre de Dios! ¡Pensar que los propios soldados alemanes de la Werchmacht llevaban grabado en sus cinturones: Gott mit uns! ¡Cuántos entonces y aún hoy emplean el nombre de Dios para justificar desatinos! Como si el Creador avalase cualquier insensatez diseñada por las criaturas.
La formación de los mandos intermedios norteamericanos deja mucho que desear, según el director de la película. Muchos no son sino transmisores de órdenes de arriba abajo y de abajo arriba. Un poco más de empowerment les hubiera venido extraordinariamente bien.
La ceguera del nacionalismo japonés queda bien reflejada. Cuando un grupo humano se convence de la bondad de sus propósitos, por alocados y contradictorios que éstos sean, todo se vuelve mero utensilio para la locura colectiva. El cerrilismo de una organización no procede sólo de que sus miembros sean objetivamente torpes, sino de la capacidad de la cultura organizativa desarrollada por convencer a los demás de que la razón está indefectiblemente con ellos. De esas locuras colectivas, en ocasiones justificadas con objetivos altruistas, salen organizaciones que dañan gravemente a propios y ajenos.  
El fanatismo, fruto de esa ceguera colectiva, lleva a comportamientos inhumanos, reflejados en las caras de felicidad de unos y otros ante el sufrimiento del enemigo. Esto -podrían pensar algunos- sólo sucede cuando la guerra desata los peores instintos. Sin embargo, también se contemplan idénticas reacciones en organizaciones que deberían ser, o al menos así lo proclaman, de inspiración humanista… La ceguera organizativa puede afectar independientemente del fin que se proponga la organización en su conjunto.
La juventud es lanzada al ataque. Sucede siempre igual: muchas organizaciones se aprovechan de gente sin suficiente poso, preparación y experiencia como carne de cañón. Resulta más fácil engañar a ese público que tratar de convencer a gente con más experiencia y preparación.
Resulta también interesante la crítica a la actitud funcionarial de determinados mandos norteamericanos. Cuando se encuentran en una situación difícil, donde se han sucedido alarmas del máximo nivel, el comentario de algunos es:
-Mis problemas acaban a las 7:00…
Como si su responsabilidad fuese cumplir una función y no defender al propio país.
Los japoneses son, en fin, en la fase de preparación, un ejemplo no ciertamente de ética, pero sí de técnica. Son capaces de preparar los mejores torpedos de la época, de entrenar extraordinariamente bien a los pilotos de los cazas… Buena enseñanza para aquellas organizaciones y personas que se quejan de que las cosas no salen como ellos esperaban. Muchas veces lo que falta es profesionalidad y esfuerzo.
Los efectos especiales del largometraje son dignos de alabanza: llegaron a prepararse  modelos muy grandes (1:35) del Nevada y del Arizona en un estanque de gran tamaño. Destacan también las maquetas del acorazado Nagato y del puente del Akagi  Las escenas del bombardeo –como ya he señalado- resultan verosímiles, particularmente el ataque a Henderson Field.

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